martes, 9 de agosto de 2011

-Desencuentro-

Las sombras del portalápices
y el cenicero
se mecen apacibles,
arrojadas allí por la cálida luz de la tarde,
que se filtra
por las persianas entre abiertas.

Aros y volutas se elevan despacio
sobre la pared, y el sol
comienza a descender
en el anaranjado horizonte
como si ocultara , allí a lo lejos,
un profundo secreto.

Más tarde,
cuando una débil lámpara
ilumina los papeles
las palabras bosquejadas
se tropiezan al final de las frases,

y la luna
que ha comenzado su ronda
es testigo de los giros que di
alrededor del escritorio
tratando de encontrar
aquello que apenas he escrito.

Permanezco inquieto,
y luego inmóvil,
me deslizo y me detengo,
por la ventana se ven fuera
todas las cosas.

Por la mañana la brisa
que enfriará los pensamientos,
y el sol, asomándose apenas
me llevarán, otra vez, a esperar
que llegue la noche,

para iluminar de nuevo
con una luz tenue
los papeles,
que esperarán vacíos a que yo
deje de dar vueltas
a su alrededor.

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