martes, 9 de agosto de 2011

Se refleja sobre el vidrio
la brillante lumbre
del cigarrillo que encendí.

Con la primer pitada que doy,
calma y prolongada,
comienzo a aflojarme.

Como un nudo
que se desase suavemente,

Como un engranaje
que poco a poco pierde el óxido
y comienza
a rodar una vez más.

A veces me pierdo,

en violentas tormentas de arena,
en sofocantes desiertos
que me secan la piel
y me queman por dentro.

En aguas convulsas
saladas y oscuras,
que me empujan en secreto
hacia la nada.

Ahora, que la tibia tarde
caldea todo.

Ahora, que los rayos penetran
y me aclaran los ojos.

Ahora, que el vidrio es realmente transparente

yo me pierdo, a veces,
en las hojas
que crujen arremolinadas por el viento
acompañadas de su silbido.

Y rara vez me encuentro.

Ahora, que los silencios de siempre
recaen implacables
como mil fustas sobre la espalda.

Contemplo a través de la ventana.

Ahora, que he encendido un cigarrillo.
Ahora, que me he detenido.

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