martes, 9 de agosto de 2011

Esas noches frías
que mezclo alcohol con mi sangre,
ese viento helado
que me congela el semblante,
y detrás de mis pasos
mi sombra se derrumba
resquebrajándose.

Y presiento
que esta convulsión
y este sangriento padecer
me están impuestos.

Y el dolor
es ineludible,
pero me complementa.

Y mi único legado será
tal vez, una maraña agitada
de lamentos
a medio escribir,

una sarta de injurias,
la inconformidad
y ese abrazo que no di,
y esas cosas
que quedaron relegadas al polvo,
esas palabras que quieren
desprenderse de mí.

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