Un vaso y otro,
una medida y otra,
fueron proyectando unas palabras.
Un murmullo.
Un quejido incomprensible.
Y ahora que un hilo espeso de saliva se derrama,
la frente con una marca de horizonte,
partiéndose sobre el borde de la mesa
y las manos crispadas.
El silencio devora
al cuerpo desvencijado
de quién se arrojó dentro de la botella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario